El hombre tenía una idea o la concepción del futuro a partir de su religión, en Occidente el cristianismo determinó el futuro como terror y miedo, como algo que vendría de un momento a otro, una pequeña muestra de esto puede ser la secuencia del Requiem de Mozart:
Dies irae, dies illa solvet saeclum in favilla, teste David cum Sibylla. Quantus tremor est futurus quando iudex est venturus cuncta stricte discussurus! | Día de ira aquel día en que los siglos serán reducidos a cenizas, como profetizó David con la Sibila. Cuánto terror habrá en el futuro cuando venga el Juez a exigirnos cuentas, rigurosamente! |
4.- Tuba mirum Tuba mirum spargens sonum per sepulcra regionum coget omnes ante thronum. Mors stupebit et natura cum resurget creatura judicanti responsura. Liber scriptus proferetur in quo totum continetur unde mundus iudicetur. Iudex ergo cum sedebit quidquid latet apparebit, nil inultum remanebit. Quid sum miser tum dicturus? Quem pratonum rogaturus, cum vix iustus sit securus? | La trompeta, esparciendo un asombroso sonido por los sepulcros de las regiones reunirá a todos ante el trono. La naturaleza y la muerte se asombrarán cuando resuciten las criaturas para responder ante el Juez. Y por aquel profético libro en que todo está contenido el mundo será juzgado. El Juez, pues, cuando se siente todo lo oculto saldrá a la luz, nada quedará impune. ¿Qué podré decir yo, desdichado? ¿A qué abogado invocaré, cuando ni los justos están seguros? |
Los hombres temían del futuro, del Juicio Final, de ahí que poco, o al menos el que escribe, se conoce de la concepción del futuro durante la Edad Media fuera de la que acabamos de leer. Tal vez porque aquella era una época ahistorica, en cuanto los hombres desconocían incluso su fecha de nacimiento y los años que tenían. Por otro lado estos hombres de la antigüedad e incluso de la Edad Media tenían una concepción histórica, o entendían la historia como pasado, y como un pasado perfecto, del cual era posible extraer modelos a emular en el presente, la vida de los santos! De tal manera que los hombres vivían mirando al pasado e intentando reproducirlo.
En cambio, cuando la Ilustración en el siglo XVIII plantea la emanicipación del hombre de sus tutores Estado-Iglesia, el cambio del dogma religioso de la fe por el de la razón, el pasado, el cual llamaremos también experiencia, es identificado como el referente donde os hombres vivieron dominados bajo el oscurantismo irracional, por lo tanto, dejó de ser un odelo a seguir, en cambio, se introduce un nuevo concepto que cambiará la forma de pensar e influirá en la historia, el progreso, es decir, un giro, dejar de ver al pasado (experiencia) por voltear al futuro, que llamaremos horizonte de expectativas, con lo cual el hombre inventa el futuro. “La retórica de la ejemplaridad del pasado en relación al presente, poco a poco deja de tener vigencia, hasta reconocer que lo nuevo sólo es inteligible a partir de lo nuevo”[1]. Es lo que Mendiola y Zermeño llaman la disociación creciente entre la experiencia de vida y sus expectativas, de los hombres ilustrados, es decir, que el tiempo futuro siempre puede ser mejor que el pasado.
Cuando se habla de progreso, implica el abandono del pasado y la influencia que éste podía tener en el presente, de alguna forma el pasado ya no tenía nada que ofrecer al presente, porque aquél tan sólo fue una fase de progreso, según pensaban los ilustrados. De alguna manera también se puede hablar de una deshistorización del hombre o al menos de un abandono de la historia por el hombre. No más, se intentaba, que el hombre regresara al pasado para encontrar en el su significado, de alguna manera la pregunta ¿porqué estoy aquí?, cambiaría, porque al voltear al futuro, a donde el progreso del presente le llevaba, se replantearía de la siguiente manera, ¿para qué estoy aquí o hacía dónde voy?, los hombres racionales del siglo XVIII creía nera la Ilustración, aunque como lo decía Kant, "no se vive en la Ilustración, sino en una era ilustrada".
La vigencia de un futuro de felicidad, donde la tecnica y la ciencia traerían felicidad al hombre fue revolucionaria, modificó el pensamiento del hombre, le creó un futuro donde solo él podía ser su arquitecto y, en tanto este hombre caminara por los caminos de la razón lo tenía casi garantizado. Era la misma idea de un paraíso construido por el hombre y para el hombre. No obstante, esta concepción de progreso continuo y futuro de felicidad comenzó a ser cuestionado y cayó en la segunda mitad del siglo XX. Quién después de dos guerras mundiales y durante un escenario de Guerra Fría podía seguir creyendo en un progreso de la humanidad y tener la confianza de un futuro? Ahora experiementamos el quiebre de esta concepción y el inicio del caos e insertidumbre.
Y en este contexto, de postmodernidad aparecemos nosotros, estudiantes de historia, delante de semajante reto teórico, urgidos por reflexionar, llenos de preguntas, de intentos por responderlas, de charlas complices con los compañeros, con un brazo en el pasado, los pies en el presente, y el otro brazo como tomando y construyendo futuro, intentando darle sentido a nuestra sociedad presente y sus problemas, arreglando un futuro y preguntando...
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