lunes, 29 de septiembre de 2008

La creación del futuro

El hombre tenía una idea o la concepción del futuro a partir de su religión, en Occidente el cristianismo determinó el futuro como terror y miedo, como algo que vendría de un momento a otro, una pequeña muestra de esto puede ser la secuencia del Requiem de Mozart:


Dies irae, dies illa
solvet saeclum in favilla,
teste David cum Sibylla.
Quantus tremor est futurus
quando iudex est venturus
cuncta stricte discussurus!


Día de ira aquel día
en que los siglos serán reducidos a cenizas,
como profetizó David con la Sibila.
Cuánto terror habrá en el futuro
cuando venga el Juez
a exigirnos cuentas, rigurosamente!
4.- Tuba mirum

Tuba mirum spargens sonum
per sepulcra regionum
coget omnes ante thronum.

Mors stupebit et natura
cum resurget creatura
judicanti responsura.
Liber scriptus proferetur
in quo totum continetur
unde mundus iudicetur.

Iudex ergo cum sedebit
quidquid latet apparebit,
nil inultum remanebit.

Quid sum miser tum dicturus?
Quem pratonum rogaturus,
cum vix iustus sit securus?


La trompeta, esparciendo un asombroso sonido
por los sepulcros de las regiones
reunirá a todos ante el trono.

La naturaleza y la muerte se asombrarán
cuando resuciten las criaturas
para responder ante el Juez.
Y por aquel profético libro
en que todo está contenido
el mundo será juzgado.

El Juez, pues, cuando se siente
todo lo oculto saldrá a la luz,
nada quedará impune.

¿Qué podré decir yo, desdichado?
¿A qué abogado invocaré,
cuando ni los justos están seguros?


Los hombres temían del futuro, del Juicio Final, de ahí que poco, o al menos el que escribe, se conoce de la concepción del futuro durante la Edad Media fuera de la que acabamos de leer. Tal vez porque aquella era una época ahistorica, en cuanto los hombres desconocían incluso su fecha de nacimiento y los años que tenían. Por otro lado estos hombres de la antigüedad e incluso de la Edad Media tenían una concepción histórica, o entendían la historia como pasado, y como un pasado perfecto, del cual era posible extraer modelos a emular en el presente, la vida de los santos! De tal manera que los hombres vivían mirando al pasado e intentando reproducirlo.

En cambio, cuando la Ilustración en el siglo XVIII plantea la emanicipación del hombre de sus tutores Estado-Iglesia, el cambio del dogma religioso de la fe por el de la razón, el pasado, el cual llamaremos también experiencia, es identificado como el referente donde os hombres vivieron dominados bajo el oscurantismo irracional, por lo tanto, dejó de ser un odelo a seguir, en cambio, se introduce un nuevo concepto que cambiará la forma de pensar e influirá en la historia, el progreso, es decir, un giro, dejar de ver al pasado (experiencia) por voltear al futuro, que llamaremos horizonte de expectativas, con lo cual el hombre inventa el futuro. “La retórica de la ejemplaridad del pasado en relación al presente, poco a poco deja de tener vigencia, hasta reconocer que lo nuevo sólo es inteligible a partir de lo nuevo”[1]. Es lo que Mendiola y Zermeño llaman la disociación creciente entre la experiencia de vida y sus expectativas, de los hombres ilustrados, es decir, que el tiempo futuro siempre puede ser mejor que el pasado.

Cuando se habla de progreso, implica el abandono del pasado y la influencia que éste podía tener en el presente, de alguna forma el pasado ya no tenía nada que ofrecer al presente, porque aquél tan sólo fue una fase de progreso, según pensaban los ilustrados. De alguna manera también se puede hablar de una deshistorización del hombre o al menos de un abandono de la historia por el hombre. No más, se intentaba, que el hombre regresara al pasado para encontrar en el su significado, de alguna manera la pregunta ¿porqué estoy aquí?, cambiaría, porque al voltear al futuro, a donde el progreso del presente le llevaba, se replantearía de la siguiente manera, ¿para qué estoy aquí o hacía dónde voy?, los hombres racionales del siglo XVIII creía nera la Ilustración, aunque como lo decía Kant, "no se vive en la Ilustración, sino en una era ilustrada".

La vigencia de un futuro de felicidad, donde la tecnica y la ciencia traerían felicidad al hombre fue revolucionaria, modificó el pensamiento del hombre, le creó un futuro donde solo él podía ser su arquitecto y, en tanto este hombre caminara por los caminos de la razón lo tenía casi garantizado. Era la misma idea de un paraíso construido por el hombre y para el hombre. No obstante, esta concepción de progreso continuo y futuro de felicidad comenzó a ser cuestionado y cayó en la segunda mitad del siglo XX. Quién después de dos guerras mundiales y durante un escenario de Guerra Fría podía seguir creyendo en un progreso de la humanidad y tener la confianza de un futuro? Ahora experiementamos el quiebre de esta concepción y el inicio del caos e insertidumbre.

Y en este contexto, de postmodernidad aparecemos nosotros, estudiantes de historia, delante de semajante reto teórico, urgidos por reflexionar, llenos de preguntas, de intentos por responderlas, de charlas complices con los compañeros, con un brazo en el pasado, los pies en el presente, y el otro brazo como tomando y construyendo futuro, intentando darle sentido a nuestra sociedad presente y sus problemas, arreglando un futuro y preguntando...




[1]Mendiola y Zermeño, Hacia una metodología del discurso histórico p. 165

domingo, 28 de septiembre de 2008

Reflexiones en torno a los capítulos 1 y 2 de “La toma de la palabra y otros escritos políticos” de Michel de Certeau

La propuesta de Michel de Certeau a través de estos dos capítulos resulta muy interesante y profunda. Él utiliza los acontecimientos sucedidos en Francia durante los meses de mayo y junio de 1968 en relación con los movimientos y protestas estudiantiles y de otros sectores sociales para demostrar las implicaciones de la “toma de la palabra” y decirnos qué es una revolución simbólica.

El concepto de “revolución simbólica” es central para Certeau, puesto que nos habla de algo que va más allá de los acontecimientos, y en este caso, el movimiento del 68 fue más una acción simbólica por lo que representó que las mismas consecuencias sociales provocadas por él. Realmente hubo una transformación en la percepción de la sociedad sobre sí misma al momento de manifestar su inconformidad ante el sistema. En este contexto es que la palabra se convirtió en un lugar simbólico, pues tomar la palabra y hacer uso de ella no representó un cambio en la realidad social o tomar acción en cuanto a esa realidad. Por lo tanto, lo que sucede en Francia, es la muestra de un proceso que da inicio a un cambio en el lenguaje, su utilización y comprensión, como muestra de la misma cultura, y que al mismo tiempo nos habla de la incongruencia entre la palabra y su acción creando un vacío y la necesidad de explicarlo.

La toma de la palabra, significó en esos tiempos, rechazar las formas impuestas y los moldes de lo posible, se hizo de manera negativa, por lo que no se innovó, si no que se utilizó el mismo lenguaje para decir algo diferente, para mostrar inconformidad. Por tanto, entre las muchas cosas expuestas por Certeau, llama mi atención el lugar primordial que le otorga al lenguaje, pues este expresa la realidad social, siendo una realidad simbólica, pero no por eso niega que sea un hecho o que no se haya producido un cambio después de un acontecimiento como el de 1968. Es realmente extraordinario la forma en que el autor pone de manifiesto el ejemplo, pero al mismo tiempo logra conjugarlo con preguntas y cuestiones tan básicas como el valor o vacío de las palabras, las cuales cuando ya no expresan una realidad debemos buscar la forma en que están representándose en la actualidad para seguir creyendo en ellas y que sigan diciendo “algo”.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Por una interpretación objetiva de la Historia

Alejandra Ortiz Chacón*

El propósito de este ensayo es reflexionar sobre la objetividad en la investigación histórica. El tema fue directa e indirectamente tratado durante el curso y buena parte de mis reflexiones giran en torno a la posibilidad de ser o no objetivos al hacer investigación. Los autores sobre los cuales se desprenden mis ideas son Marc Bloch, Michel de Certeau y Alfonso Mendiola y Guillermo Zermeño quienes desarrollan propuestas que incluyen un concepto sobre “objetividad” y una forma de practicarla en el ejercicio de construir la historia.[1]

La estructura de este ensayo, considera un primer apartado sobre qué es la objetividad en la investigación histórica, otra sección sobre cómo lograr esa objetividad según la propuesta de nuestros autores y un último apartado con consideraciones finales personales.

Y…¿qué es la objetividad?

Al pensar inicialmente sobre la tan aclamada objetividad, pueden venir a nuestra mente infinidad de prejuicios y definiciones adquiridas a partir de una enseñanza con aires positivistas. Sin embargo, cuando pienso este término desde la Historia, es necesario intentar comprender que hablamos de una idea del siglo XIX procedente de las ciencias naturales, la cual afirma que el científico puede anularse en el proceso de la investigación. Esto tiene numerosas consecuencias, pues el hecho histórico en sí, es visto como algo inmutable y las fuentes tan solo son evidencias del pasado, pero no se cuestiona al sujeto que ha dejado testimonio de ellas.[2] La objetividad es un ideal impuesto a la historia, con el afán de ponerla a la “altura” de las demás ciencias, pensando que una metodología y la aplicación de ciertas técnicas pueden eliminar la participación del sujeto.

La propuesta de los autores elegidos, define y redefine, de manera explícita o implícita su concepto de objetividad en la investigación histórica, sin negar que ésta sigue siendo un faro que alumbra la búsqueda de la verdad en el proceso, pero planteando bases reales sobre las cuales se pueda sostener, dentro de los marcos de la misma disciplina. El historiador lleva a cabo, a través de reglas, una transformación de elementos culturales y naturales en objetos de la historia. Quiera o no modifica su objeto de estudio, pues le trata según sus propias preguntas,[3] sin considerar aún que lo que él mismo obtiene se encuentra mediado por la observación de otro al cual le corresponderá comprender. Podemos señalar que la aplicación de método y técnicas le da el carácter de disciplina científica a la historia, no en sí la objetividad, pero siendo que permanece como un propósito, cabe preguntarnos: ¿Cómo se logra? ¿A qué se refiere la objetividad en la Historia en la actualidad? A estas preguntas responden nuestros autores.

Pensando la objetividad en la investigación histórica

Por un lado, Michel de Certeau plantea algunas ideas que me parecen esenciales, para él la objetividad ya no es un ideal en la historia, pero lo que busca es una identificación de la relación entre objeto-sujeto, para así hacer un ejercicio crítico. Afirma que es el lugar social del historiador y su reflexión acerca del mismo lo que permite una operación historiográfica más “objetiva” y es la atención en el sujeto lo que ocupa gran parte de su texto, de ahí surge la práctica histórica. “…el tener en cuenta el lugar donde se produce, permite al saber historiográfico escapar la inconsciencia de una clase que se desconocería a sí misma como clase en las relaciones de producción, y que por lo tanto, desconocería a la sociedad donde está insertada. El enlace de la historia con un lugar es la condición de posibilidad de un análisis de la sociedad”.[4] Aquí observamos otro elemento más de su propuesta: afirma que no hay posibilidad de entender a la sociedad sin comprender el lugar social, es decir, el espacio desde el cual se construye la historia.

Marc Bloch no plantea preguntas específicamente relacionadas con la objetividad, pero es evidente que su propuesta de la observación histórica y el método crítico giran en torno a superar limitaciones en la práctica histórica.[5] Las limitaciones van desde las evidencias mismas que constituyen nuestras fuentes, la forma en que las observamos y criticamos, hasta la realidad de que nos movemos en lo incierto y lo probable. Bloch sugiere un método, nos dice cómo obtener información de las fuentes, cómo convertirlas en un testimonio histórico, pero en ello reconoce también la participación del sujeto y no se detiene a defender lo contrario. El punto desde donde parte dibuja una idea de objetividad, donde no se anula al sujeto, sino que se le comprende y al mismo tiempo se interponen técnicas derivadas de la metodología para aproximarse a la realidad, que según nuestros ojos, se encuentra en constante cambio.

Por su parte, Mendiola y Zermeño, elaboran sobre las fuentes, sobre la posibilidad que nos permiten para acceder al pasado. Su propuesta refiere a una forma de analizarlas, donde el historiador hace una observación de la observación y requiere de mirar el pasado desde su propio horizonte, intentando comprender el horizonte de aquellos que dejaron testimonio. Más en relación con la objetividad, conciben preguntarse de qué forma se construye el objeto mismo de la historia, si todo lo que nos llega son mediaciones y somos nosotros quienes lo construimos a través del presente. En este sentido, tanto el pasado, como la historia son realidades dinámicas, y dependen del sujeto, entonces ¿Dónde queda la objetividad? Estos historiadores proponen un trabajo de doble análisis donde se considera el contexto de las observaciones testimoniales y otro del propio, donde es el “futuro” (o la expectativa del mismo) lo que dicta las preguntas y el interés sobre el pasado. Citando a los autores: “…la historia es una representación o refiguración instrumentada por alguien en el tiempo y el espacio. La objetividad funciona, en este sentido, sólo como una idea regulativa”.[6]

Consideraciones finales

A través del análisis de los autores y sus ideas sobre la objetividad, mi propia concepción del tema se transformó. Si bien la atención sobre el “ser objetivos” en la ciencia sigue siendo fundamental, las ideas sobre el concepto han sido sustituidas y en la historia la preocupación lleva otra línea. El debate no es sobre la eliminación del sujeto (tarea imposible) sino de cómo lo incorporamos en la operación historiográfica, al modo de Certeau. Si bien la metodología y las técnicas serán la ruta y las herramientas para llevar a cabo la investigación con una normativa que no permita la consciente inclinación del investigador por interpretar los datos según conveniencia, cabe mencionar que la misma pregunta de la que partimos tiñe nuestro acercamiento al objeto. Y este objeto de estudio, es al mismo momento, según Mendiola y Zermeño, una construcción del presente a partir de nuestra observación al pasado. Por lo tanto, una interpretación objetiva de la historia, o al menos un intento, significa de manera articulada y sencilla: la utilización de una metodología y técnicas, la reflexividad sobre el lugar social desde donde se realiza la investigación como producto social y una comprensión de que el objeto de estudio y el sujeto que lo observa en el primer y segundo orden, requieren de una interpretación en su propio marco histórico. Tarea desafiante.



Notas

* Licenciatura en Historia, sexto semestre, Taller de Investigación Histórica, Tijuana, Baja California, 26 de mayo, 2008.

[1]
Marc Bloch, Introducción a la Historia (México: FCE, 2000); Michel De Certeau, La escritura de la historia (México: Departamento de Historia-Universidad Iberoamericana, 1993); Alfonso Mendiola y Guillermo Zermeño, “Hacia una metodología del discurso histórico”, Técnicas de investigación en sociedad, cultura y comunicación (México: Parson, Addison Wesley Longman, 1998).
[2]
Ibid.
[3]
De Certeau, La escritura de la historia, 84-85.
[4]
Ibid., 81.
[5]
Bloch, Introducción a la historia.
[6]
Mendiola, Alfonso y Guillermo Zermeño. “Hacia una metodología...”, 192; José María Muriá, “Historia: de la objetividad científica a la subjetividad literaria”, Casa del Tiempo 38 (dic-ene 2005): 23-26. http://www.uam.mx/difusion/casadeltiempo/83_dic_ene_2005/casa_del_tiempo_num83_23_26.pdf (acceso 3 de junio, 2008).

lunes, 15 de septiembre de 2008

HISTORIADOR E HISTORIA

Abdiel Espinoza González*


Introducción

Este ensayo tiene como objetivo exponer mis ideas acerca del papel que el historiador tiene en el proceso de investigación, porque pienso que en la medida que él se vuelve parte activa y consciente en la construcción del conocimiento histórico las metodologías, el tipo y trato de las fuentes se hacen más complejas, en un intento por tratar con la subjetividad del mismo historiador.

En mi caso, las ideas expuestas aquí estarán basadas en lo que recojo de autores como Marc Bloch, Michael de Certeau, Guillermo Zermeño y Alonso Mendiola,[1] por considerar que en sus análisis ponen de manifiesto la importancia del historiador como pieza clave en la investigación histórica, lo cual es de sumo interés en este ensayo. El trabajo está dividido en dos partes, en la primera abordaré un poco acerca de cómo se ha dado la construcción del conocimiento histórico y en el segundo trataré el problema de las fuentes.

La construcción del conocimiento histórico

El pasado en si mismo no puede ser objeto de estudio, porque es algo que no existe, en cambio, a lo que sí podemos aspirar es al conocimiento de los hombres que vivieron en determinado tiempo pasado. ¿Cómo se logra eso? Por medio de huellas que ellos mismo fueron dejaron a su paso por el tiempo, y que sobreviven materialmente como documentos u objetos hasta nuestros días. Sólo así tiene sentido lo que dice Marc Bloch al referir que el conocimiento histórico es un conocimiento indirecto y en constante progreso.[2] En otras palabras, accedemos al pasado por medio de huellas. Pero lo interesante radica en la idea de un conocimiento histórico que esta en progreso, o lo que equivale a decir: el pasado no cambia, sino el conocimiento que tenemos acerca de él.

¿A qué se refería Bloch cuando pensaba en un progreso del conocimiento histórico, si el pasado no cambia? Suponiendo que para que este tipo de conocimiento se de, es indispensable considerar dos cosas, número uno: la existencia, por un lado, de los hombres en el tiempo y por el otro del historiador; y número dos: las características de ambos, en el caso de los hombres en el tiempo, hemos llegado al acuerdo de que el pasado no pueden modificarse. Por lo tanto, es hasta cierto punto lógico aceptar que cuando el autor menciona un progreso en el conocimiento histórico, se estaba refiriendo al cambio que ocurre en el historiador y en el contexto en donde él está inmerso.

Lo anterior obliga otra pregunta, ¿por qué cambia el historiador? La respuesta bien podría ser esta: porque su contexto lo hace también. De ahí que Michael de Certeau conciba el quehacer del historiador como un ejercicio, o como él lo llama, una operación historiográfica, en donde el lugar social (entiéndase contexto social, político, económico y cultural, desde donde se realiza el discurso, palabas más, palabras menos, el contexto donde el historiador está realizando su investigación), relacionado con prácticas científicas (llámese operaciones o métodos usados por el historiador que están en función del lugar social) y una escritura ( o producto, que mantiene una relación con el lugar social),[3] conforman el trabajo por medio del cual se obtiene determinado conocimiento histórico.

De esta forma quiero poner en perspectiva la responsabilidad que recae sobre ese sujeto llamado historiador en la construcción del conocimiento histórico. Partiendo de la base de que la historia es el estudio de la relación entre el pasado y el presente,[4] y el historiador el moderador en este diálogo perpetuo. Entonces, ¿de qué manera la percepción del pasado está condicionada por el historiador, en cuanto éste cobra parte activa y consciente en la investigación?[5] Es ahí donde radica el punto central, en dejar las falsas ideas que consideran nulo el papel del historiador en el proceso de investigación y la aceptación de que éste participa en ella de gran manera y de diversas maneras.

El problema de las fuentes

Un ejemplo de la participación activa y consciente del historiador está en el problema de las fuentes, dónde se ha venido dando de forma paulatina un progreso desde la mera búsqueda y trascripción de documentos, hasta la apertura a todo tipo de fuentes como las visuales y a la formulación de técnicas especializadas para su tratamiento. ¿Pero qué es una fuente? De acuerdo con Bloch, la fuente o los testimonios, es todo aquello que ha tenido contacto con el hombre y puede decirnos algo acerca de él, de manera voluntaria e involuntaria.[6]
¿A qué grado la participación activa del historiador se muestra evidente en el análisis de las fuentes? De manera rápida puedo citar a dos formas, primero considero el método crítico de Bloch, como un primer intento de cuestionar a las fuentes, sometiéndolas a una serie de preguntas planteadas por el historiador en base a su problema de investigación. De esta manera ya se puede ver de manera más explicita el papel del historiador en la investigación. El segundo ejemplo es el que presente Zermeño y Mendiolea, que considera las deben de ser consideradas para su análisis desde tres plano: dentro de un sistema de comunicación, un lugar social donde se emite y las formas de recepción del mismo.[7]

Reflexión final

El historiador debería participar de una forma más profunda en la construcción del conocimiento histórico, ¿Cómo? Realizando un análisis mayor al considerar dentro de su trabajo el estudio del propio historiador, en esa medida podrá descubrir las influencias o determinaciones que el contexto impuso al historiador. La historia, esa relación entre pasado y presente, no podría darse sin ese sujeto llamado historiador, quien la interpreta. El historiador, quien interpreta esa misma relación aporta, en su trabajo, su propia visión del presente.

¿Cuál considero que es el mayor reto este sujeto llamado historiador? El equilibrio, mantener en su proceso de construcción del conocimiento histórico un sano equilibrio entre la ineficiente y aburrida labor de transcriptor y la peligrosa posición de relativizar a tal punto las interpretaciones que termina cuestionando la oportunidad del propio conocimiento histórico. En fin, sigamos nadando en el mar de la subjetividad.



Notas

* Licenciatura en Historia, sexto semestre, Taller de Investigación Histórica. Tijuana, Baja California, 30 de mayo de 2008.
[1] Marc Bloch, Introducción a la Historia (México: FCE, 2000); Michael De Certeau, La escritura de la historia (México: Departamento de Historia-Universidad Iberoamericana, 1993); Alfonso Mendiolea y Guillermo Zermeño, “Hacia una metodología del discurso histórico”, en Técnicas de investigación en sociedad, cultura y comunicación (México: Parson, Addison Wesley Longman, 1998).
[2]Bloch, Introducción a la historia, 61.
[3]De Certeau, La escritura de la historia, 68.
[4]Ibid.
[5] Cuando hago referencia a una participación del historiador activa y consciente quiero decir que el historiador cobra sentido de su propia participación en la investigación, en la medida que se pregunta cómo su contexto y su propia historia lo van conduciendo a la formulación de determinadas preguntas y selección de cierto tipo de fuentes y técnicas para tratarlas.
[6] Bloch, Introducción a la historia, 58.
[7] Mendiolea Zermeño, “Hacia una metodología…”, 203.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Migración. Del campo mexicano hacia el campo norteamericano

Migración. Del campo mexicano hacia el campo norteamericano:
una aproximación a las causas del fenómeno migratorio.

Karina Ysela Romero Reza
Egresada Lic. en Historia-UACJ

Trabajo escrito y presentado en mayo de 2006.


Hablar sobre migración es hablar sobre un tema complicado, y hasta podría decirse que trillado debido a los últimos acontecimientos que se han venido dando en algunas ciudades norteamericanas, pero, sobre todo, debido al repetitivo discurso demagógico de nuestros políticos que a diario sueltan alguna declaración sobre migración, y sobre acuerdos migratorios proponiendo poco y solucionando nada, por supuesto. Yo no pretendo soltar verborrea demagoga ni mucho menos en este trabajo, sólo quiero exponer el problema, desde mi punto de vista, además de hablar un poco sobre una de las principales causas de la expulsión de gente hacia Estados Unidos: el campo mexicano.
La migración como práctica humana común ha sido tema de discusión política, económica, social y académica desde hace bastante tiempo ya que tiene que ver con todos éstos aspectos, beneficiándolos muy pocas veces o perjudicándolos algunas otras.
La migración no sólo cambia la vida de aquel que se mueve a través de territorios propios a su nacionalidad o ajenos a ella, sino también la de las personas que habitan en los territorios que son paso obligado de los migrantes. Tal pareciera que estas discusiones arriba mencionadas se han quedado sólo en la cuestión económica y geográfica del asunto sin llegar a conclusiones concretas que puedan beneficiar a los seres humanos en movimiento, protegiendo sus derechos.
Yo espero con este trabajo acercarme, por medio del análisis y desde un enfoque histórico-social, a una problemática histórica pero también muy actual, y al parecer interminable, debido al carácter migratorio del que hemos sido protagonistas los hombres y mujeres que nos hemos desplazado, que estamos en un constante y eterno movimiento buscando la subsistencia y mejores medios para alcanzar el bienestar social que muchas veces no es alcanzado en el lugar de origen.




“Los mexicanos van a los Estados Unidos
a hacer trabajos que ni los ‘negros’ quieren hacer”.
Vicente Fox Quezada.[1]

“Migrante, según un diccionario[2], es aquel que viaja de lugar en lugar en busca de trabajo”, principalmente ésta sería la causa por la que una o varias personas se desplazan de su lugar de origen pero, aunado a esto, va también la búsqueda de una mejor educación y posiblemente, cuando existe ya una conciencia social y política en el migrante, la búsqueda de bienestar político o de estabilidad política que muchas veces no se tiene en el lugar de origen, como podría ser la búsqueda de democracia, respeto al voto, etc.; con esto me refiero a que ya no sólo se busca satisfacer las necesidades materiales sino las morales, las necesidades de los individuos como ciudadanos.
Con las palabras de nuestro C. Presidente y con la definición de un diccionario norteamericano, pero también con el análisis de los estudios hechos por profesionales sociales, nos podemos dar cuenta que el objetivo de los migrantes generalmente es la búsqueda de trabajo en caso de carecer de uno en el lugar de origen o de obtener uno mejor en caso de tenerlo; se podría decir que los migrantes están en una constante búsqueda de ‘progreso’ o simplemente de búsqueda de los bienes materiales que no se tienen; o en palabras de Weber ‘la escazes se supone subjetivamente y la acción se orienta por esta suposición’[3], claramente Weber expresa el espíritu del incesante movimiento de los migrantes que al estar sufriendo de escazes, principalmente laboral y por consiguiente material, se desplazan por el territorio en busca de estos elementos.
Las fronteras, no sólo entre países, sino originalmente entre el territorio nacional, del campo a las ciudades, han sido testigos de la movilidad constante de miles de personas que cruzan de un lugar a otro en busca principalmente de trabajo, en segundo plano educación, que más bien la educación vendría acompañada con los derechos que los migrantes tienen al estar proporcionando su mano de obra para aumentar la economía del país donde se reside. Bajo esta cuestión estaríamos hablando de sociedad y economía, así como de las crisis que surgen en éstas sociedades, que no siempre son las causantes de la expulsión de migrantes, pero en muchos de los casos las crisis económicas y sociales son motivadoras del desplazamiento humano.
Las crisis económicas y por lo tanto sociales que expulsan a los habitantes, sobre todo del campo hacia las ciudades y de éstas hacia otras ciudades y hacia otros países, según la tesis de Lourdes Arizpe no se origina en el campo sino en el desequilibrio (económico sobre todo) que las ciudades le ocasionan al campo[4]; este desequilibrio se traduciría en la gran desigualdad que existe por parte de los gobiernos hacia el campo y sus habitantes, en donde fácilmente se puede ver que todos los beneficios, económicos, educativos, de seguridad pública, de servicios, se vuelcan en las ciudades dejando en un desamparo total a los pueblos, a la sociedad rural. Además, ahora los campesinos ya no hacen revoluciones como hace 100 años, ahora emigran.
Si este desamparo hacia el campo persiste los migrantes seguirán desplazándose, pero si sus necesidades tampoco son satisfechas en la ciudad de nuevo seguirán migrando ahora hacia otros estados del país de origen y en muchos de los casos hacia el exterior, siendo el norte el punto de movilidad más común. La migración internacional o entre países es lo que la mayoría de los estudios tratan de explicar sin ir al origen de las expulsiones masivas, el campo, de donde han salido un número elevado de migrantes, y precisamente la tesis de Arizpe se confirma una vez más, al no tener los servicios necesarios de salud que supuestamente el Estado debe proporcionar, las personas salen hacia la ciudad a buscarlos, y si no los encuentran en México cruzan la frontera, o más bien, las fronteras hacia otro país, a Estados Unidos.
Otro de los factores por los que el campo y en si México es expulsor de migrantes es la falta de trabajo, en un período de 16 años (1980-1996) Enrique Dussel Peters nos muestra que tanto la oferta de trabajo como los salarios bajaron considerablemente[5]. Un factor relevante para que esto suceda es la economía, el dinero ya no se invierte en el campo. La economía del país gira en torno a la industrialización de las ciudades, el campo se ha quedado sin trabajo, rezagado, abandonado, y los pocos trabajos que se generan en las ciudades son mal remunerados. Dussel Peters también aclara en su trabajo arriba citado que las causas de la migración son múltiples, causas económicas y políticas, como ya se había mencionado, son las causantes, según el Banco Mundial, del desplazamiento humano[6], yo estoy de acuerdo con éste autor cuando dice que la migración, mexicana sobre todo, es motivada por el factor económico, esto es por la falta de empleos y por los salarios bajos, pero también habrá que ver otros factores, como la inseguridad.
Mario Pérez Monterosas nos dice en su trabajo sobre migración publicado por el Colegio de la Frontera Norte que la migración siempre se explicaba mediante teorías económicas[7] sin que se tomaran en cuenta perspectivas diferentes, como la social por ejemplo o la histórica. Es importante la teoría económica para basar la explicación de la migración pues es la que siempre le ha dado sustento a los grandes estudios. La economía de las sociedades ha sido el factor de expulsión de las personas que se convierten en migrantes durante siglos. No critico la propuesta de Pérez Monterosas de abordar el tema migratorio desde perspectivas sociales, me parece muy apropiada pero no creo que sea la originaria de la expulsión de personas de un lugar a otro, puede ser consecuencia pero no causante, ya que las crisis sociales se originan por una crisis económica que afecte directamente los intereses de las personas, es así como las tensiones sociales se acrecientan, y surgen las necesidades de salir, de moverse a otros lugares más seguros.
Las sociedades rurales y las urbanas han estado organizadas y han sido regidas mediante el factor económico, que aunque en años recientes este se ha transformado a una posición muy ´liberal´ los estudiosos de la migración, tanto sociales como económicos, no han llegado a conclusión que pueda dar con alguna solución que proponga beneficios para los pobladores sobre todo del campo, que no tengan que abandonar su lugar de origen a enfrentarse con peligros, con desilusiones, con más pobreza, etc.
Acertadamente Lourdes Arizpe apunta que en su primer periodo, en los años cincuentas y sesentas, el éxodo rural fue el precio del desarrollo[8], ahora en el siglo XXI, más de medio siglo después de que se iniciara este éxodo rural, el precio se sigue pagando. El desarrollo y la industrialización a costado manos campesinas que llegan día con día a las ciudades en busca de trabajo. Los gobiernos hasta hoy en día no se han preocupado por apostarle de nueva cuenta al campo, lo han olvidado al igual que a su gente, aunque quede cada vez más poca. La apuesta de los gobiernos mexicanos siempre ha estado, desde hace ya varias décadas, en las ciudades, en su modernización y su desarrollo, olvidando a las personas, olvidándose de crear políticas migratorias por ejemplo, como medio para buscar solución a lo que ha venido afectando la vida individual y en sociedad de los migrantes y de las familias que se quedan esperando.
El Estado ha olvidado reconocer el trabajo de los campesinos al desarrollo nacional, grave error que se ha venido cometiendo, pues han sido las manos del campo las que han contribuido al desarrollo de las ciudades mexicanas, y ahora se puede decir que también han contribuido al desarrollo de las ciudades estadounidenses, ya que cientos de miles de mexicanos, principalmente campesinos, han emigrado del campo mexicano a las ciudades mexicanas y de ahí han seguido su peregrinaje hacia Estados Unidos. Muchos de ellos no han logrado llegar hasta tierras norteamericanas y se han quedado en ciudades de la franja fronteriza entre México y Estados Unidos, ocupándose como obreros en una también industrializada, sino es que la más, zona de México.
El campo no ha tenido la culpa, como hemos visto, de la expulsión de los campesinos, ni tampoco lo han sido las ciudades que muchas veces le dan la bienvenida a los campesinos migrantes de una manera cruel y ruda. Probablemente sea responsable de la migración campesina el Estado mexicano en su afán modernizador e industrializador, que no tiene nada de malo en que quiera modernizar e industrializar al país, sino que ha puesto demasiada atención a procesos económicos capitalistas. Su afán neoliberal y su falta de política económica también han contribuido a que esto pase.
Una vez más vemos cómo la economía ha desatado problemas sociales que no se han podido resolver. Hace poco el cónsul de Estados Unidos en México, Tony Garza, hizo una declaración crítica y contundentes, dijo que “México no tiene una política económica, que solo está esperanzado a sobrevivir con las remesas de dólares que mandan los migrantes en Estados Unidos”, esa no es una política económica, el país y el gobierno están muy mal si piensan que los migrantes son el alivio de los males económicos del país.
Entonces porqué no pensar en el bienestar de los migrantes. ¿Por qué no pensar en hacer una política que los beneficie?, ya entiendo entonces lo que decía el cónsul, cómo vamos a hacer que el campo trabaje y deje de expulsar campesinos-migrantes si los migrantes son considerados la salvación del país, son la política económica de México.


Bibliografía

Arizpe, Lourdes, Campesinado y Migración. SEP, México, 1985.

Dussel Peters, Enrique, “Recent Structural Changes in Mexico´s Economy: A Preliminary Análisis of Some Sources of Mexican Migration to the United Status” en Crossings Mexican Immigration in Interdisciplinary Perspectives, (edited by Marcelo M. Suárez-Orozco). Harvard University, USA, 1998.

Mummert, Gail (ed.), Población y Trabajo en contextos regionales. ColMich, México, 1990.

Mestries Benquer, Francis, “Crisis cafetalera y migración internacional en Veracruz” en Migraciones Internacionales, Vol. 2, Núm. 2, COLEF, México, julio-diciembre de 2003. pp. 121-148.

Pérez Monterosas, Mario, “Las redes sociales de la migración emergente de Veracruz a los Estados Unidos” en Migraciones Internacionales, Vol. 2, Núm. 1, COLEF, México, enero-junio de 2003. pp. 137-160.

Weber, Max, Economía y sociedad. FCE, México, 1981 (5ª reimpresión).
[1] Frase dicha por el C. Presidente de la República Mexicana Vicente Fox Quezada durante el discurso pronunciado el viernes 13 de mayo en Puerto Vallarta.
[2] The pockett dictionary. Houghton Mifflin. p. 137. (La traducción es mía)
[3] Max Weber, Economía y sociedad. FCE, México, 1981 (5ª reimpresión). p. 48.
[4] Lourdes Arizpe, Campesinado y migración. SEP, México, 1985. p. 12.
[5] Revisar la tabla 2.1, página 63 de Enrique Dussel Peters, “Recent Structural Changes in Mexico´s Economy: A Preliminary analisis of some sources of Mexican Migration to the United States” en Crossings Mexican Immigration in Interdisciplinary Perspectives. (Edited by Marcelo M. Suárez-Orozco), Harvard University, USA, 1998.
[6] Op. Cit., p. 56.
[7] Mario Pérez Monterosas, “Las redes sociales de la migración emergente de Veracruz a los Estados Unidos” en Migraciones Internacionales, Vol. 2, Núm. 1, enero-junio de 2003. p. 145.
[8] Lourdes Arizpe, Campesinado y Migración. SEP, México, 1985. p. 24.